Época: Reinos Hispanos
Inicio: Año 1066
Fin: Año 1150

Antecedente:
Arquitectura y escultura

(C) Isidro G. Bango Torviso



Comentario

Bajo la protección de Sancho Ramírez (1063-1094), Jaca se convertirá en la ciudad más importante del reino, aunque esa preeminencia durará poco, pues, a partir de la conquista de Huesca (1096), se trasladará a esta ciudad el centro político del reino.
La catedral jaquesa debió su origen al establecimiento del obispado en 1076 ó 1077. Las obras se emprenderían en seguida y una parte importante de ellas debería estar acabada cuando, finalizando el siglo, se trasladó la sede catedralicia a Huesca. En 1094, se tiene noticia de donaciones para la obra (ad opus) de la catedral.

El templo corresponde a una estructura basilical, con tres ábsides semicirculares -el central fue sustituido por el actual en 1970-. El crucero no se marcaba sobre las colaterales y tiene, en su centro, un cimborrio octogonal con cúpula de nervios que arrancan en modillones, sin tener un tambor intermedio, y descansa sobre trompas. Los intercolumnios se componen de pilares cruciformes y columnas alternadamente.

El proyecto original preveía un abovedamiento con cañones, la pérdida de protagonismo con la conquista de Huesca obligó a los constructores a simplificar el proyecto reduciendo la cubierta a una simple estructura de madera -las bóvedas actuales son obra del siglo XVI-. A los pies del templo, se disponía un pórtico abovedado de dos tramos, que cobijaba una portada monumental con un tímpano decorado con un crismón flanqueado por dos leones. Aunque se discute su cronología, también esta portada ocupa un hito importante en la experimentación de la fijación del prototipo historiado, con toda seguridad anterior a los ejemplos de Toulouse. Las dificultades de comprensión de las imágenes del crismón y los leones, incluso para las gentes de la época, obligaron a epigrafiar numerosos letreros explicativos.

Si el empeño arquitectónico no muestra grandes pretensiones, la calidad de los maestros escultores es patente en la riquísima serie de capiteles y elementos de impostas y cornisas. La escultura jaquesa labra sus figuras con un sentido del volumen que denuncia claramente su fuente de inspiración, modelos tardorromanos. Los procedimientos constructivos y alguna de sus formas responden a la tradición edificatoria hispana, tal como podemos ver en la cúpula nervada y en los modillones.

Algunos artistas de este taller y otros, inspirándose directamente en sus obras, difundieron su arte en numerosos edificios aragoneses y navarros durante toda la primera mitad del XII. Podemos seguir la evolución de este arte jaqués en monumentos como la iglesia del castillo de Loarre, San Pedro el Viejo de Huesca, Santa Cruz de la Serós, San Juan de la Peña, etc.

El castillo de Loarre, que había conocido un primer encintado murario en la primera mitad del XI, tendrá, finalizando la centuria, importantes obras de ampliación, entre las que destaca la iglesia construida a dos niveles para salvar el gran desnivel del terreno. Un primer piso está ocupado por una cripta, un cuerpo de guardia y una escalera dispuesta transversalmente al eje del templo. Este tenía una sola nave, dividida en dos tramos, y un ábside semicircular. El tramo anterior al presbiterio se cubre con una cúpula sobre trompas. Capiteles y canecillos siguen en la línea de lo que hemos señalado en Jaca.

Para la infancia doña Sancha, que habitaba en el monasterio de Santa Cruz de la Serós desde 1076 hasta su muerte en 1096, se realizó un hermoso sarcófago que en la actualidad se conserva en Jaca. En sus dos frentes mayores, bajo arcadas, se representa un transporte del alma a los cielos entre dos composiciones que deben aludir al sepelio de la princesa, y un combate entre caballeros, de evidente significación simbólica. Debe ser obra de los mismos maestros que trabajaron en el proyecto de la iglesia de Santa Cruz desde poco después de la muerte de la infanta.

Los artistas de Jaca y su entorno se deben trasladar a la recién conquistada Huesca para proceder a su renovación. Su forma de hacer deja su impronta en el arte local, así detectamos su influjo en los tímpanos de San Pedro el Viejo.

Los capiteles del claustro de la antigua catedral románica de Pamplona, realizados entre 1135 y 1140, son el testimonio de una nueva tendencia, posiblemente languedociana, que acaba con las formas jaquesas.